MANUSCRIPTO DE DON FABIO JOSE MAYNES

Transcribo a continuación un supuesto “manuscrito” de Fabio José Maynes[1], cuya veracidad ponemos en duda, no tanto respecto a la autoría sino en cuanto al contenido del relato, que estimamos probablemente un delirio de Dn. Fabio, con algunos contenidos ciertos, aunque aún lo estamos investigando. Está sin fechar, es una transcripción mecanografiada del original perdido o, probablemente, un relato efectuado por el autor a un tercero que lo transcribió a máquina y que, incluso, efectuó alguna observación. Lleva por título: “MANUSCRIPTO DE DON FABIO JOSE MAYNES” y el texto dice así:

“Por los años de 1780 existía aún en la casa de los “CONDES CABEZA DE ALTAMIRANO” en Madrid. Esa familia se componía de tres personas, dos varones y una señora. El mayor de los varones pasó a Valencia y profesó en el Convento de Cartujos, donde falleció. Quedó el segundo en posesión del Condado y la señora Doña Antonia de Molina Cabezas de Altamirano (mi abuela), quien entonces desempeñaba el cargo de Dama de Honor de Su Majestad. Esta familia poseía cuantiosos bienes, entre ellos dos villas[2], la una “MASCARAQUE” y la otra “MAZARAMBROZ”, fincas “GRANDE TERRENOS” y “VEINTE Y TANTOS MOLINOS” sobre el río Tajo, etc., etc., y un PALACIO EN MADRID que existe cerca de la fuente castellana el cual estaba cercado de marmolillos unidos por cadenas de poste a poste y varias otras propiedades en Toledo. El Conde poseedor en esa época del Condado y todos sus bienes tuvo en el teatro un incidente con otro noble a quien desgraciadamente dio muerte en presencia de Su Majestad. Este hecho le obligó a huir y refugiarse en el Convento de los Descalzos Reales desde donde autorizó a su íntimo amigo el Conde de Miranda, para que esos bienes le fueran adjudicados como única y legítima heredera a su hija, negándose Miranda a dar cuenta de ellos. Fatigó tanto este pleito a la señora mi abuela, que dejó Madrid, retirándose a Soto de Doma, Real Sitio de Granada, donde murió, después de dejar casada a su hija Doña María Antonia Molina[3] con Don Manuel Antonio Maynes (mi padre), abogado de la Real Chancillería de Granada[4], a quien entregó todos los documentos y poderes para poder seguir gestionando al Conde de Miranda, lo cual hizo hasta conseguir ganar la cuestión. En este estado fue repentinamente atacado de una enfermedad que lo dejó sin hablar, muriendo a las pocas horas, dando que sospechar su tan repentina muerte. Dejó mi padre una familia compuesta de mi madre y tres hermanos mayores, quedando sólo mi hermana mayor Doña Rosario, viuda del Capitán Jacinto Borra[5], italiano al servicio del Ejército Inglés, yo, y otro hermano mayor[6], hoy finado. Por los años de 1815 a 1816 en el reinado de Fernando VII, casado con la Princesa del Brasil, y habiendo yo cumplido diez y ocho años[7], fui mandado por mi hermana mayor Doña Rosario, a cargo de quien estaba en Madrid, con los principales documentos de esta cuestión, a consultar a un Abogado eminente cuyo nombre no recuerdo. Este Abogado, después de estudiar el asunto y de adquirir la convicción de nuestro perfecto derecho y del buen estado del asunto, convino encargarse de la dirección de él, haciendo una igual de la tercera parte de los bienes, aconsejándome entonces el fin de ver si podíamos arribar a un arreglo que no[s] evitara seguir el pleito. Tuve efectivamente la conferencia con el Conde de Miranda (hijo), quien después de oírme, me dijo que me entendiera con su secretario. Así lo hice y éste me aplazó para dentro de tres días para darme contestación; pero antes de vencerse aquel plazo, fui visitado por un sacerdote del Santo Oficio, quien con el pretexto de ver si tenía libros prohibidos me hizo un prolijo registro de todas mis ropas y papeles, esto probablemente para substraerme los documentos que justificaban los derechos de mi familia, lo que no consiguió por haber quedado aquellos papeles en poder de mi abogado, y no encontrando lo que buscaba me intimó a que me presentara al Santo Oficio, lo cual hice, y después de haberme tomado declaraciones respecto a mi familia y antepasados me despidieron diciéndome que “desde aquél momento quedaba bajo las órdenes del Santo Oficio y su vigilancia con las obligaciones de presentarme ante él siempre que fuera llamado”. Esto hicieron quizás con la idea de que por mis pocos años me amedrentase y abandonase aquel asunto, como efectivamente lo consiguieron, pues en el mismo momento me dirigí a casa de mi abogado, le pedí los papeles y documentos a mi hermana D. Rosario, dirigiéndome en seguida a Gibraltar y de allí inmediatamente me embarqué para América a Buenos Aires, República Argentina, donde fijé residencia. En el año 1825 vino mi hermana Da. Rosario a Buenos Aires[8] trayéndome un cofre que contenía todos los documentos y antecedentes de esa cuestión pidiéndome volviera a Europa para emprender de nuevo la cuestión aprovechando el cambio político y de ideas de esa época, pero habiendo yo conseguido hacer fortuna, encontrándome con mi familia, y teniendo negocios de importancia entre manos me negué a sus pretensiones, y ella, disgustada con mi resistencia, resolvió volverse a Europa con los documentos para seguir la cuestión, para lo cual le dije: “toma trescientas onzas y sigue tú la cuestión, cuyo documento tengo en mi poder. Se embarcó pues para Lisboa y llegada allí le atacó una enfermedad (de que llegó a Lisboa no hay pruebas y sólo es una suposición de Don Fabio[9]) repentina y murió sin hacer ninguna clase de disposiciones, habiéndose perdido no sólo los papeles sino el dinero que llevaba. Inútiles fueron mis investigaciones y diligencias para obtener los papeles. El Doctor Don Floro Castellanos tomó el asunto con empeño, pero nada se obtuvo y yo abandoné este asunto desgraciado que tantos disgustos causó a mi familia y a mí, no acordándome más de este negocio. Es de advertir que cuando yo llegué a Córdoba yendo a Madrid a eso de oraciones doblaban las campanas las iglesias: pregunté “¿Quién ha muerto?... Y me respondieron: “Acaba de fallecer el Conde de Miranda (padre), que hacía poco había llegado a Córdoba, muy enfermo, donde tenía grandes posesiones. El Dr. Maynes falleció el año de 1805 en Granada y se advierte el pleito contra Miranda lo siguió en Madrid y desde entonces no se siguió más y quedó así.”


[1] Gentileza del Sr. Alberto Birabén.
[2] Que existen aún hoy.
[3] Efectivamente, la madre de Don Fabio se llamaba “Antonia Molina de Cabezas Altamirano”.
[4] Hecho cierto, tanto el nombre de su padre “Manuel Antonio Maynes” como que era abogado de la Real Chancillería [un tribunal] de Granada.
[5] Es cierto también el nombre de la hermana mayor “María Rosario Maynes”, y que se hallaba casada con “Jacinto Borras”.
[6] En realidad el otro hermano, Francisco Maynes, era menor que Fabio.
[7] Según nuestros cálculos, a esa fecha Don Fabio tendría unos 21 o 22 años.
[8] En CEMLA no se encuentra registrado su ingreso.
[9] Observación del tercero que escribe el relato.